Durante la melancólica madrugada de su último día de vacaciones, caminaba cautelosamente por las sombrías calles de su pueblo. Centrada en sus ligeros pasos, ocasionalmente tomaba consciencia de los lejanos murmúrios emitidos por los grupos de jóvenes que, desde la noche anterior, cantaban y bailaban perdidamente por efecto de las exageradas fiestas, comunes en su poblado.
Se paró frente a la puerta de la abandonada clínica médica donde, quince años antes, había nacido ella, robándole la vida a su madre, cuya esencia revivió en su hija. La clínica había cerrado siete años antes, cuando el pueblo vecino anunció la construcción de un moderno hospital que incluiría diversos tipos de servicios necesarios. Sus amigos ya la habían intentado convencer para que entrara con ellos, a ver cómo los trabajadores habían dejado todo atrás, como si la población hubiera sido evacuada, pero ella nunca tuvo valor para hacerlo. A pesar de que estaba totalmente acostumbrada a una vida sin su madre, conociéndola sólo por fotos e historias, ese lugar siempre le había transmitido algo desagradable que no era capaz de explicar. Pero, por alguna razón que no llegó a entender, esa madrugada sintió que necesitaba entrar ahí, como si algo la estuviera llamando.
Subió lentamente los peldaños de la antigua escalera, pensando en todas las otras personas que habían subido y bajado los mismos peldaños, todas llevadas allí por diferentes razones, desafortunadas o no. Al entrar, inmediatamente sintió un extraño escalofrío recorriéndole de pies a cabeza, pero siguió caminando. Las paredes estaban cubiertas de vandalismos. Avanzaba por el pasillo como si sus piernas tuvieran vida propia, guiándole hacia un lugar específico. Observó como en las distintas salas por las que pasaba aún habían equipos médicos, materiales y viejas batas que habían pertenecido a los enfermeros de la clínica. Superando la puerta gastada que llevaba al pasillo de las salas de parto, sintió inusitadamente que la tercera puerta a su izquierda escondía algo que la llevaba esperando un rato. Por eso, parándose durante unos largos y reflexivos segundos frente a ella, decidió entrar y callar la vasta curiosidad que la ahogaba.
Empujó la puerta levemente y se encontró con una pequeña y oscura sala de parto, que aún contenía su mesa de parto y monitores. El ambiente de aquella sombría sala le daba una sensación de tranquilidad, un sentimiento que no experimentaba hace tiempo. Tras dos minutos investigando aquella curiosa sala, se sentó en la mesa de parto, y presintió que debería quedarse allí un rato. Poco después, cuando sus párpados ya se iban cayendo sobre sus ojos, una misteriosa figura se formó frente a ella.
Una extraña silueta que formaba un cuerpo humano, una mujer en vestido, se dibujó frente a sus ojos. Ella no parecía comprender que enfrente suya tenía algo sobrenatural, algo que muy probablemente sería un sueño. La imagen de la mujer que se estaba formando en aquella habitación tenía el pelo que le llegaba a los hombros descuidado, las manos intranquilas. Repentinamente la atmósfera de la sala se volvió menos tranquilizadora, más calurosa, y transmitía a la chica que se encontraba en aquella clínica abandonada una sensación de aprisionamiento. La borrosa silueta se fue acercando a ella, lentamente, hasta que se encontraba a sólo medio metro de distancia. Se miraban ambas atentamente y, poco después, las dos se reconocieron. La chica indagadora que había entrado en aquella clínica reconoció en esa imprecisa imagen el rostro de su madre, y la mujer de la silueta se reconoció a sí misma en la chica sentada enfrente suya.
El ambiente se calmó. La niña se dejó abrazar por su curiosa madre, que llevaba esperando conocer a su hija durante muchos años. Ella entendió entonces que no volvería a salir de allí. Entendió que la ausencia de sentido que sentía en su vida era simplemente una indicación de que necesitaba llegar a ese lugar, encontrar a su fallecida madre. Entonces cerró los ojos, e ignorando los millones de dudas, incertezas y sentimientos que estaba experimentando, se dejó llevar por los brazos de su madre, desapareciendo las dos entre las sombras de aquel lugar para siempre.
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