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Mostrando entradas de abril, 2022

COELHO 4ºA_La librería

LA LIBRERÍA   La librería se encontraba en una de las calles más conocidas de la ciudad y muchos turistas entraban y salían constantemente de ella. Ana había estado sentada toda la mañana en la cafetería de enfrente y observó que ni una sola persona salía con una bolsa en la mano. Ella se extrañó un poco por este hecho por lo que le entró un poco de curiosidad. Cuando vio que la tienda se empezaba a vaciar porque era casi la hora de comer, decidió entrar. El lugar era pequeño a primera vista, sin embargo luego pudo comprobar que había una puerta al fondo que llevaba a otra sala. Las estanterías llegaban hasta el techo y observó que la mayoría tenían unas escaleras móviles para alcanzar los libros de arriba. Mirando a su alrededor vio que predominaba el color marrón en todo, ya que prácticamente todos los muebles estaban hechos de madera y los libros en general mantenían un color ocre. Todo le parecía un tanto monótono hasta que su mirada se clavó en unos panfletos fluorescentes que est

Puertas 4C - Metro

     La joven pelinegra miró la antigualla que tenía por reloj. Eran las 06:42 y llegaba tarde. Se acabó de un sorbo su amargo café y salió corriendo de su pequeño  apartamento. Se había mudado de su pueblo a la capital portuguesa, con esperanzas perdidas de realizar su sueño. Pero lo que ella no se esperaba era el caos y la confusión de las calles y las estrechas callejuelas empedradas que había allí.     A lo lejos, una inmensa cantidad de personas le indicaron que había llegado a su destino: el metro. Bajó las sucias y pegajosas escaleras. Abajo cientos de personas pasaban la tarjeta del metro apresuradamente para poder coger el metro de las 07:00. A la izquierda estaba, como siempre, el viejo mendigo que pedía dinero para sus cuatro hijos. Cuando llegó a la ciudad, la chica siempre le daba monedas sueltas y todo lo que podía darle sin arruinarse. Hasta que un día le vio en un bar gastándose los cinco euros que ella le había dado esa mañana. Desde aquel día, ella ignoraba la presenc

Primo. 4B. La Camarera

  Eran las nueve y media, Sabrina se preparaba para salir de casa para ir a su trabajo como camarera de mesa. Era un trabajo aburrido, cansino y repetitivo que a Sabrina no le gustaba, pero ella no tenía más opciones. Mucha gente pensaba que Sabrina había sido una persona a la que le daba igual el estudio académico y por eso acabo trabajando en un sitio como ese, pero la verdad es que después de formarse en psicología cambió de país con la expectativa de encontrar ofertas de trabajo ahí, pero, desafortunadamente, no encontró ningún trabajo y ahora estaba en un país que no conocía bien y necesitaba una manera de recibir dinero para sostentarse. Cada vez que ella mencionaba su trabajo a algún conocido o amigo cuando estaban todos hablando de su día ellos le miraban con una cara de pena pero también de superioridad, se creían más capaces e inteligentes que ella. Nunca lo admitían, claro, pero sus miradas en los ojos y sus acciones lo mostraban todo. Un día dos de sus 'amigos' est

Sánchez 4ºB

 Entró por la puerta, se giró hacia tras para sacar las llaves de la roñosa cerradura, la cual se encontraba en la antigua puerta de madera, con la pintura blanca sucia, bastante resquebrajada para el tiempo que llevaba en su domicilio. Al instante lo sintió, sintió ese intenso y febril escalofrío el cual sentía desde lunes a viernes, siempre que llegaba a casa. No podía parar de pensar, pensar en que mientras  de un paso más en ese suelo de madera podrida crujiente, iba a escuchar esa voz traumatizante e inolvidable que causara el inicio de lo que no podía sacar de la cabeza mientras trabajaba en su pequeña secretaría en el enorme escritorio. Y así lo hizo, dio un paso despacio y silencioso, estaba bastante nerviosa aunque era habitual que ella tuviera que pasar por esa situación. El se encontraba tumbado en el sofá con esa manta naranja llena de suciedad, la cuál seguro que no fue nunca a la lavadora y con la cerveza en la mano. Le miro con esa mirada profunda, y le llamo para que se

Ayuso 4B - La noche del asesinato

Ese día fue diferente. Juan no había despertado temprano como de costumbre para salir a pescar, no consiguió dormir esa noche por consecuencia del ruido que hacían las gotas del agua de la lluvia sobre la ventana.  Los árboles se movían desordenadamente unos contra los otros esas noches, las hojas chocaban contra otras hojas provocando un sonido parecido a las olas del mar. Era un autentico vendaval, la pequeña cabaña a la que llamaba casa, en la que solía pasar el invierno con su hija, su única familia, ya no estaba caliente y acogedora, sino fría y mojada. Juan, sujetaba un saco de plástico sobre su hija Liv, el único objeto impermeable que cubría la mayoría de su cuerpo de la lluvia. Mientras sujetaba, pensaba en el malo padre que es, y a cuanto le quería a Liv y que la pobrecita no merecía esa vida miserable. Esa cabaña de una única habitación muy básica y una cocina limitada, con un conjunto de tenedores y platos de plástico que no estaban muy bien limpios, un fogón pequeño portát

Orterer. 4B. La tienda de Martin

 Lorenzo iba caminando por la calle cuando vio una tienda con el numero 23 que le recordó un barracón que iba antiguamente. Entro por la puerta numero 23 y era igual pero ya estaba muy desgastada. El dueño me reconoció, Lorenzo no lo estaba reconociendo pero al final si. todos los días de su infancia pasaba por la tienda fue algo que marco su infancia. El nombre es La tienda de Martin. El barracón no estaba en buenas condiciones, la puerta  de la entrada estaba casi cayéndose la madera estaba una lastima. El piso era negro, muy limpio pero todo destrozado. Solo una de las bombillas funcionaba y todas las otras estaban fundidas era un lugar muy oscuro. Las paredes también eran negras o que tampoco ayudaba a que hubiera mas luminosidad en la tienda. Las paredes estaban todas rayadas y algunas sin tinta y con agujeros. Las estantes de madera parecían que se iban a destrozar pero había una que estaba en muy buenas condiciones. Entonces Lorenzo le pregunto el porque de solo aquella estante

DO AMARAL.4A.EL FUTURO INCIERTO

  En ese día soleado María se levanta y piensa que puede hacer. Vistiéndose se le ocurre la idea de ir a esa tienda que ya hace varios días le apetecía conocerla.  Siempre que por ahí pasaba, miraba con cierta curiosidad a la tienda. Las paredes eran blancas, el espacio era pequeño, tenía unas escaleras que bajaban al piso de abajo. Pero se notaba que el ambiente en esa tienda era intenso. María sentía amargura. El nombre de la tienda siempre le causó un poco de indignación; “El futuro incierto”. Cuanto más se acercaba a la tienda, más la tienda se alejaba. Pensó que podían ser alucinaciones, pero podría ser que no lo fuesen. Al fin y al cabo cuando llegó a la tienda entró. Y vio que había 2 personas. La cajera y la trabajadora. La cajera tenia una cara malvada, una verruga en la cara y bigote lo que le hacía que se pareciera a una bruja. En cambio, la trabajado

Pérez4B_La tienda de Celia

 Eran las 7:36 de la mañana y el sol iluminaba el rostro de Celia. Un rostro pálido, visiblemente agotado, pero dulce. Celia caminaba sin certeza alguna, cruzando calles que estaban iluminadas por pequeños faroles opacos y sucios, metidos dentro de alambreras. Se dirigía a aquel lugar ajeno, que conocía casi tan bien como su casa: el supermercado donde llevaba trabajando 14 años y medio de su vida. Al llegar, esperó unos segundos ante la puerta metálica de la tienda, miró a su reloj que apuntaban las 7:42 y se preparó para las siguientes ocho horas y dieciocho minutos que le tocaban trabajar ese martes. Normalmente solo trabajaba 5 horas, pero su compañera llevaba varios días sin venir, por consiguiente, Celia, no tenia muchas más opciones sino suspirar y aceptarlo. Al medio día, Celia decidió tomar una pequeña pausa, cerró su caja y descansó de aquellos pitidos constantes que sonaban cada vez que pasaba un producto por el scaner. Decidió irse a la parte trasera de la tienda, donde est

das Neves.4C

Metro en Lisboa. Atravesaba la puerta de la estación de Cais do Sodré, se empieza a ver la multitud que entra y sale, gente hablando por teléfono, riendo, corriendo para llegar a sus destinos y otra que solo observaba. Igual que yo. La entrada principal, por la que era habitual que entrase yo, era bastante grande, pero por la que entré, la del lateral izquierdo, era exorbitante. Tres puertas con cristales que llegaban seguramente a los cuatro metros de altura. Ya en el interior del edificio había dos kioscos, uno en cada lado, el de la derecha un local de souvenirs portugueses, no creo que vendieran mucho, pero seguro que pillan a algún turista de camino al aeropuerto o a lo mejor alguien que solo quiera un recuerdo, no lo sé la verdad. El de la izquierda, era una pequeña cafetería, la típica que nunca vas. Seguí caminando hasta llegar a las escaleras mecánicas. Las personas bajan continuamente, me meto rápidamente esquivando a alguna persona mayor que vaya más lento y me arrimo hacia

Ucha. 4ºC Sufocado

Ari Ucha Canoa                                                SUFOCADO Cada mañana, el señor García abre su café y piensa que h oy alguien pasará por ese café y se tomará algo. García era un hombre simple, con su café antiguo y tradicional, en una esquina, tan fría y oscura que cuando entras sientes la humidad en tus huesos penetrándote como agujas. Rodeado por restaurantes nuevos, soleados y con colores cálidos, frecuentados por gente joven y alegre. -Es increíble como en una calle tan llena de personas de cada rincón del mundo, no haya una que pise el interior de este café - decía el señor García. García no sabe si es la comida, el ambiente o el simple facto que las únicas personas que entran en ese maldito café sean unos dos borrachos altos y grandes, que en vez de comprar algo, dicen tacos y muchas veces le dan collejas y bofetadas. Entran otra vez... -¡Malparidos!-gritaba el señor García, tirado en el suelo mojado, como su oreja estaba junto al suelo se escuchaban las ratas camina

Borges. 4C_EL PASADO FIN DE SEMANAPOR MARIA DO CARMO

Otro fin de semana que pasa, otro partido que tenemos que ganar. Llego más de una hora antes. En el café de abajo del piso deportivo hay mucha gente. Es día de clásico del equipo brasileño al que apoya el propietario, por lo tanto, toda su pandilla de amigos se junta para conversar, comer, beber y asistir. Están sentados en una mesa larga. Si me pongo a contar, habrá más de diez manos llenas de cerveza. Uno de ellos no tiene fuerzas para mantenerse sentado. Su estado es crítico  Son gente efusiva e intensa. Lo llevan muy en serio. Desde que el café está en manos de este señor, se siente menos seguridad por esta zona. Antes, el ambiente era familiar y acogedor, en este momento se ha hecho pesado. Muchos de los que por ahí rondan se pasan la vida ebrios y acuden para beber. A mí me agobia.  Llega el equipo adversario. Son de Quinta del Marqués, que es en Cascaes. Todas las jugadoras tienen la indumentaria igual, como el típico equipo pijo. Ya estoy con mis compañeras y nosotras las miram

Orta. 4C. El increíble gimnasio.

     Y ahí estaba yo, en ese gimnasio de Marisol, más específicamente el gimnasio Aquafitness, tenía mucha energía y claridad, esa luz que lograba entrar por sus enormes paredes de vidrio transparente, que yerguen entre viviendas y calles residenciales de esa urbanización poblada de personas dinámicas y emprendedoras. En la primera planta de este gimnasio las aguas de las piscinas oscilaban de un lado al otro por el movimiento de sus asiduos nadadores que alegremente siguen las instrucciones de los atentos auxiliares, que día a día les brindan sus conocimientos y animaciones para hacer de sus cuerpos más atléticos y fuertes. La segunda planta se distingue por el glamour y la novedad de sus máquinas ordenadas de acuerdo al conjunto de músculos que se pretende trabajar. En esta planta deambulan los amables trabajadores ofreciendo apoyo y asistiendo a los deportistas que diariamente van a ese lugar para liberar las tensiones y las malas energías . En el sótano de sus modernas instalacion

Seguín.4C El Hombre y el café

Entrando en el café moderno, con sus luces amarillas monótonas, el hombre sube los tres escalones de mármol, ignorando la rampa para discapacitados, y es envuelto en un dulce aroma de croissants recientemente salidos del horno. El hombre, un señor de cuarenta y cinco años, inspecciona la sala. El café está dividido en dos partes: dónde trabajaban los camareros y cocineras, y donde los clientes se sentaban para disfrutar de su pedido. Al fondo de todo, había un pasillo que llevaba a unos baños. El hombre comenzó a dar pasos hacía la barra, sus zapatos negros pisando el suelo hecho por un tipo de piedra aún más oscura, sus pantalones marrones y planchados moviéndose rígidamente, mientras que su chaqueta pesada de cuero se movía con una cierta libertad, pero al mismo tiempo sin alejarse mucho de su dorsal. Se colocó al final de la fila para la barra, y aprovechó el momento para limpiar sus gafas empañadas. El aire acondicionado del café le provocó un calor molesto, que hacía que le picase

Gómez.4A_Por cercanía

Ángel está pasando por una calle estrecha, llena de coches y se queja que la mayoría de ellos no se habían movido del sitio hace semanas, para llegar a la tienda. Por fuera de la tienda ve que hay vegetales y frutas tapados con una lona, ya sea para que no las roben o para que no se mojen. Al entrar lo primero en lo que se fija es en lo estrecho que es la tienda y la cantidad de cosas que hay en venta, tiene miedo de pasar porque no quiere tirar nada al suelo con la rodilla o con el codo. Empieza a oír un idioma distinto al suyo que no entiende por la oreja derecha, porque con la otra está escuchando música, gira su cabeza para encontrarse con con el dueño, Muhammad, se asusta al principio porque estaba mal iluminado y no sabía que era una persona, todas las veces que entraba a la tienda lo veía ahí trabajando. Al frente del cajero, donde se encuentra el dueño, y a la izquierda de la entrada ve un una estantería alta de acero, no tenía saladas, ni comida sana, sino que solo veía patata