El olor del pan acabado de salir del horno le hace despertar siempre de buen humor. Samuel se levanta y se viste para ir al cole como siempre, sale por la puerta y se despide de su madre. Hace su clásica parada, antes de dirigirse a su instituto, la panadería del barrio de los pijos o también conocida como “Careca”. Primero cuenta cuántas monedas tiene para comprarse un poco de pan del día anterior, 0,5€ es lo que tiene dentro de su improvisado monedero.
En el camino, se encuentra siempre a la familia Peréz, el Sr.Peréz y la Sra.Peréz, fumando su cigarro, y sus dos hijos gemelos que nadie les sabe distinguir, por lo que les llaman a los dos por el apellido. Nunca les habló en la vida, pero siempre que los ve observa sus caras de asco que le hacen por la ropa que lleva vestida y escucha siempre las carcajadas que se intercambian los gemelos. Por este camino tampoco tiene ninguna intención de hablarles.
Al lado de la panadería hay un jardín, dónde se sienta comiendo el pan, porque no tiene el coraje de sentarse en la propia explanada de la panadería. Normalmente, aquí se encuentra a varios de sus amigos jugando a la rayuela. Desde aquí tiene una vista panorámica de la explanada, que le permite observar las personas que se encuentran en ella. Siempre dispuesta de la misma manera, hombres para un lado, discutiendo sobre todo de política y mujeres para el otro, debatiendo quién tiene el hijo pródigo o hablando del cotilleo de la semana.
Nada más al entrar en la panadería, Samuel se queda pasmado con la cantidad de bollos y de panes diferentes que puede haber, se imagina siempre comiendo todo sin que nadie lo vea, pero esto se queda siempre en su imaginación.
A su alrededor están cinco mesas dispuestas por clase de persona que entra, la más alejada de la puerta y escondida de la multitud, es dónde normalmente se sienta él esperando por el pan y así va progresivamente hasta que llega al punto más cercano de la puerta, dónde se sientan los clientes habituales de esta y que además vienen de buenas familias. La familia que se encarga de la panadería, no es muy simpática, son displicentes con la mayor parte de los clientes, aunque por lo que parece las personas siguen viniendo porque se considera tradición.
Al pedir tiene siempre vergüenza porque siente todas las miradas sobre él. Se queda nervioso y ya no puede decir en voz alta lo que había estado ensayando el trayecto entero.
- Quiero los panes fabricados dantes- dice Samuel, con una cara pálida, destacada por las luces amarillas y fuertes, qué parece que realza únicamente los defectos de las personas.
Se sienta en su mesa habitual, esperando el pan. Al ser entregado, el pan, hace siempre un sonido abrupto por la rigidez de este.
Cuando se dirige al cajero, tiene que disponer sobre el balcón el poco dinero que tiene, para efectuar el pago del día. Y cómo siempre recibido con la normal displicencia de los trabajadores de esta. Es la esperada hora de irse, se dirige al jardín para comer el pan y jugar con sus amigos.
Buen relato, con descripciones muy realistas y detalladas. Atención: la palabra 'esplanada' va con S y no significa lo mismo que 'terraza' en español.
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