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PARRA. 4B - La peculiar estación de Santo Amaro

       Al terminar el día, cuando el Sol ya se ve flotando en el agua, Margarita y su familia empezaban a recoger las cosas, ayudaban a los socorristas a recoger todo el equipaje pues ese lugar al lado de ellos ya estaba reservado para esta familia y tras tres meses de hacer lo mismo ya se podrían considerar "amigos" de los guardianes de la playa. Recogían la toalla, se vestían y procedían a salir del paraíso, subían la cuesta del parquin y se iban a casa. Margarita como mucha otra gente le tocaba ir andando a su hogar. Ya había subido esa rampa, no muy íngrima pero tras ocho horas de playa se nota el cansancio, y se dispone a pasar el puente del tren para llegar a la parte de tierra. Una estación de tren un tanto peculiar, que aunque parezca un simples lugar para coger este vehículo, en esta época del año, principalmente, es diferente, por lo menos en el punto de vista de Margarita. No tanto por la mañana, ya que ella cruza la estación a una hora bastante temprana y aún no hay tanta gente, exceptuando a los viejecitos con sus nietos que van por la mañana a la playa para que puedan luego almorzar en casa. Las personas más jóvenes llegan más tarde y se nota, altavoces de tamaño niño de cinco años, con la música no muy agradable para gente experimentada y con el volumen para que se oiga a seiscientos kilómetros... pero tampoco hay muchos de esta franja de edad porque los adolescentes suelen usar la estación para irse a Carcavelos y no para ir dirección al mar. Ya a partir de las dos se puede empezar a notar la diferencia, toda la estación y más con arena, kilos de arena esparcidas por el suelo del lugar, las máquinas de comprar tickets o llenas pues todos quieren comprar su boletín o fuera de servicio sin funcionar por diversas razones: o que hay monedas atascadas y no se pueden poner más, o que no traga billetes, o que simplemente no funciona. Y bueno que ya la mayoría ni siquiera compra su boletín ya que como ni hay rejas ni hay seguratas que lo vigile hay algunos que van sin nada.  Las paredes grafitadas por gente que especialmente pintar no sea su punto fuerte, frases divertidas y algunas hasta preocupantes, dibujitos abstractos o con algún significado que no sea descifrable a simple vista. Al otro lado del punto en la línea camino a Lisboa se encuentra la supuesta casita donde se encuentran los trabajadores si hay algún problema o para las señoras de la limpieza, pero Margarita y todo el mundo la habrán visto abierta la misma cantidad de veces de que alguien gané la lotería. El puesto de helados, la señora que está ahí en esos tres meses se debe hartar de trabajar con la cantidad de pedidos que tiene al día, aunque normalmente quién compra ahí helados son a los que ni les gusta los del McDonald´s ni las bolas de Berlín de la playa.
       Normalmente Margarita no suele tener ningún problema al cruzar  de un lado para el otro porque ya que va cansada y con la piel más salada que un pez en pleno mar pues para meterse en problemas ni tampoco tarda mucho en cruzar el tren pero hay ocasiones, que como no hay seguridad ocurren algunos tipos de asaltos, no muy inteligentes pues hay mucha gente en la estación. Estos robos suelen ser a la caja registradora del puesto de helados o a alguna mujer que tiene un bolso muy visible, tampoco nada de otro mundo.
       Ya después de pasar el puente y bajar la rampa Margarita se dirige, como siempre, a casa por la línea del tren pues se tarda menos y es más recto. Tarda normalmente unos veinticinco minutos en llegar aunque también depende de lo cansada que va o si hay alguien persiguiéndola en la calle, ya que su mayor fobia es la de los ladrones y más vale ir rápido a que le pillen por detrás. A cada diez minutos sale otro tren, ese ruido terrible y pesado pero que ya se ha vuelto usual, esa corriente de aire por la rapidez del transporte durante aquellos quince segundo que parece que hay un ventilador justo en la cara... lo que suele hacer un tren, ¿no?

Comentarios

  1. Bien, buen relato... podría mejorar con algo más de detalle en las descripciones de los lugares que encuentra y menos en las sensaciones o temores que siente. Atención: ¿íngrima? revisa en diccionario, esa palabra no existe.

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