Eustaquio se presentó en la humilde tienda de doña Paca a las 9 de la mañana y saludó, de manera energética.
Eustaquio era un hombre de muchos talentos, era dueño de una tienda de forraje basto, un circo urbano y una tierra de amplio terreno… Ese día, vestía una camisa de color rojo grisáceo con muchos cortes, que parecían ser de un gran animal, y un pantalón viejo de color verde vivo.
Paca era una chica humilde que trabajaba en esa tienda como legado familiar desde que tenía 11 años. No solía hablar con los clientes y, cuando hablaba, se limitaba a saludarlos de manera respetuosa pero sin mucho afán, sin embargo, con Eustaquio era diferente. Todos los domingos, Eustaquio iba a la tienda de Paca, vestido de una manera humilde, aunque realmente tenía mucho dinero sobrante.
Su vida era un misterio, y, aunque sea increíble, esto lo siguió siendo para siempre...
La tienda, por otro lado, no era nada alejado a lo común. Era un lugar que parecía una casa cural por fuera, pero, una vez dentro, se notaba un ambiente apacible, con tranquilidad y silencio.
La tienda tenía una estantería blanca, en la que se guardaban botellas de vino, que no pegaba nada con el color marrón oscuro que tenía las paredes de aquel lugar. Por si fuera poco, la estantería tenía grabadas unas líneas discontinuas que formaban una especie de mosaico, haciendo que este mueble predominase frente al resto.
Bien, es un buen relato, pero parece que se acaba de repente, cuando estábamos entrando en la descripción detallada y galdosiana del espacio narrativo... acaba como si le faltase algún párrafo más.
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