El mini mercado
Llegaba Hugo de su última clase, cansado de toda la sintaxis y las oraciones subordinadas que tanto le explotaba la cabeza. Subió a su casa por esas escaleras negras que frecuentaba a diario. Abrió el portal, miró el correo y subió a casa. Una primera planta con tres habitaciones. Deja la mochila sobre la mesa, coge unas monedas que tenía desechadas y sale corriendo de casa junto a su hermano a por ese pastel que tanto tiempo había ansiado, pero que se encontraba agotado. Sale de su edificio y se para enfrente de ese mini mercado que todos los días observaba con detalle. Entra y saluda a los dos empleados que ahí trabajaban. Un señor de unos 40 años, con su delantal negro y una sonrisa de oreja a oreja y una señora de unos 50, de pelo corto y rostro cubierto por su mascarilla. El señor contesta: “Hola buenas tardes, desea algo joven”. Hugo decide ir a buscar por sí mismo el pastel y contesta que no. Avanza por la tienda y observa todos esos productos empaquetados. Productos de todos tipos saltaban a su vista, algo normal para un mini mercado. Se acerca al congelador. Lo abre y salta una luz que ilumina todo su rostro. Era la luz del propio congelador, pero para Hugo en ese momento ese era el brillo de ese tesoro que tanto tiempo ansiaba. Coge el último pastel que ahí se encontraba y se dirige a pagar. Deja el dinero sobre el balcón y procede a pagar. Le da el dinero a los dos empleados de la tienda y sale con ese pastel entre sus brazos. Se miran los dos hermanos, sonríen y suben nuevamente a casa.
Buen relato, con descripciones detalladas y realistas... pero no veo la intención crítica propia de Galdós, sin duda mejoraría con ese pequeño cambio.
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