Sara entró en aquella tienda sombría pero agradable al mismo tiempo, en la que fue saludada por un señor mayor vestido con un jersey y con ese característico olor a humedad de la gente mayor, pero que al mismo tiempo mantenía una gran sonrisa en la cara.
Ella entraba solamente a por un poco de leche y una caja de cereales para la cena de aquella oscura noche. Pasando por las vacías estanterías se dio cuenta de que no iba a encontrar lo que deseaba, así que un tanto disgustada tuvo que cambiar de idea.
Como siempre el señor se acercó para preguntarle si podía ayudarle en algo, aunque rápidamente se fue al entrar una chica esbelta y muy bien vestida a la tienda para ver quien era, sorprendentemente se puso a hablar con ella por lo cual yo me acerque un poco para ver de qué conversaban. Ya en ese instante me di cuenta, de que por sorprendente que parezca, aquella chica tan elegante era la hija de este humilde señor dueño de la tienda, y que el diálogo que mantenían era solamente irrelevante como cualquier otra conversación rápida entre padres e hijos.
Sin más interés en esta, Sara volvió a adentrarse en ese mundo de estantes para encontrar su deseada cena, empezaba a tener hambre y ya no le importaban muchas más cosas que comer. En uno de esos limpios y no muy luminosos pasillos encontró un poco de pan y más adelante unos tomates, que a decir verdad no aparentaban estar muy maduros, parecía mentira que una señora con un increíble coche y una buena casa fuese a buscar una cena tan pobre a últimas horas de la noche, sobre todo teniendo en cuenta que llevaba haciendo esto las últimas semanas.
Como siempre el señor se acercó para preguntarle si podía ayudarle en algo, aunque rápidamente se fue al entrar una chica esbelta y muy bien vestida a la tienda para ver quien era, sorprendentemente se puso a hablar con ella por lo cual yo me acerque un poco para ver de qué conversaban. Ya en ese instante me di cuenta, de que por sorprendente que parezca, aquella chica tan elegante era la hija de este humilde señor dueño de la tienda, y que el diálogo que mantenían era solamente irrelevante como cualquier otra conversación rápida entre padres e hijos.
Sin más interés en esta, Sara volvió a adentrarse en ese mundo de estantes para encontrar su deseada cena, empezaba a tener hambre y ya no le importaban muchas más cosas que comer. En uno de esos limpios y no muy luminosos pasillos encontró un poco de pan y más adelante unos tomates, que a decir verdad no aparentaban estar muy maduros, parecía mentira que una señora con un increíble coche y una buena casa fuese a buscar una cena tan pobre a últimas horas de la noche, sobre todo teniendo en cuenta que llevaba haciendo esto las últimas semanas.
Buen relato. No obstante, se echa de menos más descripciones detalladas de ese espacio narrativo: colores, ambiente, sensaciones que provoca... con ello se acercaría más a nuestro objetivo 'realista y galdosiano', pero es un buen trabajo.
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