Eran las 7:36 de la mañana y el sol iluminaba el rostro de Celia. Un rostro pálido, visiblemente agotado, pero dulce. Celia caminaba sin certeza alguna, cruzando calles que estaban iluminadas por pequeños faroles opacos y sucios, metidos dentro de alambreras. Se dirigía a aquel lugar ajeno, que conocía casi tan bien como su casa: el supermercado donde llevaba trabajando 14 años y medio de su vida. Al llegar, esperó unos segundos ante la puerta metálica de la tienda, miró a su reloj que apuntaban las 7:42 y se preparó para las siguientes ocho horas y dieciocho minutos que le tocaban trabajar ese martes. Normalmente solo trabajaba 5 horas, pero su compañera llevaba varios días sin venir, por consiguiente, Celia, no tenia muchas más opciones sino suspirar y aceptarlo. Al medio día, Celia decidió tomar una pequeña pausa, cerró su caja y descansó de aquellos pitidos constantes que sonaban cada vez que pasaba un producto por el scaner. Decidió irse a la parte trasera de la tienda, donde estaba todo bastante desordenado. Permaneció de pie durante escasos minutos, apoyada sobre unas cajas de cerveza que estaban amontonadas. Luego tuvo que regresar apresuradamente a su caja y esperar a que llegase su hora de salida. Unas largas horas después, Celia recogió por fin sus cosas. Pasó un paño húmedo por la cinta como hacia siempre y colocó todos los carritos que quedaban en su lugar. Y entonces, se marchó por la misma puerta por la que había entrado esa misma mañana.
Martín, estando un poco taciturno y ansioso, se encuentra sujeto a sus propios pensamientos, en respecto a Roma, sabiendo de antemano que sería un viaje que no se olvidaría jamás, junto con todos los compañeros que compartió los libros, apuntes, hojas, amistades y alegrias durante toda su vida. Como era muy pronto, no se producía ningún tipo de ruido en su casa, dando la impresión al protagonista de ser la única presencia humana en ella. Una vez en el aeropuerto, Martín se detiene para observar , visualizando con sus ojos, la diversidad de culturas y conocimientos que los extranjeros de todos los rincones del mundo que pasaban delante suyo atesoraban. Por el otro lado, seguía sin tener la capacidad de asimilar que tras los muchos meses hablando sobre Roma, ya estaban todos listos con el equipaje y preparados para el viaje. El primer día se puede describir como una jornada energética, comenzando con el grupo por salir a toda prisa del hotel sin haber entrado siquiera en los cuartos
Muy buen relato, breve pero con inicio y fin definidos, con esa estructura circular que le da la puerta. Las descripciones son detalladas y realistas, muy buen trabajo.
ResponderEliminarAh... a ese relato le falta un título original, el que tú inventes.
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