Era un día soleado de verano y se veía muchas personas en la calle paseando. Juana entró en el supermercado al lado de su casa a comprar leche, fruta y agua; este había estado en renovaciones recientemente y estaba nuevo. Era un supermercado pequeño y solo tenía lo esencial.
La primera cosa que vio cuando entró es la enorme cola para pagar, en la cual se ven todo el tipo de personas,pero no desconocidas, normalmente mayores. Juana miró para el lado y ahí se encuentra la caja de pagar con la pobre señora ahí pasando todos los productos. Se fijo que cada persona tenía una cantidad de productos muy pequeña,y fue en ese momento que se dio cuenta que ese es el porqué de ver siempre a las mismas personas todos los días en el supermercado. En aquel supermercado nunca hay siempre la misma persona en la caja pero esta Juana nunca la había visto ahí, tenía el pelo corto y morado, era bajita y flaca pero aun así llena de tatuajes en los brazos, Juana no pudo ver cómo se vestía por el chaleco que llevaba del supermercado.
Después se fijó en las luces muy blancas que había, si las miras directamente por mucho tiempo te quedas ciego y fue lo que le pasó a Juana, porque son de tal manera intensivas que no puedes desviar la atención hasta que te quedas con los ojos llenos de lágrimas. Después de limpiarse las lágrimas siguió andando por los pasillos con sus estantes de metal de color gris siempre, muy ordenadas y solo con productos específicos e importantes, si buscas algo raro y único no hay. Finalmente llego al pasillo de los lácteos y cogió la leche y como estaba cerca de la estante del agua no necesitó moverse mucho. Después se dirigió a la fruta que por cierto no tenía muy buen aspecto, parecía que estaban allí desde el mes pasado las pobres frutas. Tardó en escoger las mejores, pero lo consiguió; por fin se dirigió al cajero para pagar. La señora que Juana creía ser simpática, no lo era, no le dirigió palabra hasta que fue para decirle el precio, Juana se dijo para sí misma que la señora parecía que no quería estar en ese lugar sino en la playa. Pagó sus compras y se fue, pero al salir noto una gran diferencia de luz entre la del supermercado y la de la calle, por eso se puso las gafas de sol.
Martín, estando un poco taciturno y ansioso, se encuentra sujeto a sus propios pensamientos, en respecto a Roma, sabiendo de antemano que sería un viaje que no se olvidaría jamás, junto con todos los compañeros que compartió los libros, apuntes, hojas, amistades y alegrias durante toda su vida. Como era muy pronto, no se producía ningún tipo de ruido en su casa, dando la impresión al protagonista de ser la única presencia humana en ella. Una vez en el aeropuerto, Martín se detiene para observar , visualizando con sus ojos, la diversidad de culturas y conocimientos que los extranjeros de todos los rincones del mundo que pasaban delante suyo atesoraban. Por el otro lado, seguía sin tener la capacidad de asimilar que tras los muchos meses hablando sobre Roma, ya estaban todos listos con el equipaje y preparados para el viaje. El primer día se puede describir como una jornada energética, comenzando con el grupo por salir a toda prisa del hotel sin haber entrado siquiera en los cuartos
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