Hacían casi tres años desde que Federico Penado había salido de la cárcel. Para celebrarlo decidió ir a comprar un paquete de cigarros Marlboro al quiosco que había a apenas dos calles de la húmeda esquina donde había pasado las noches durante las últimas semanas. Mientras llegaba al quiosco, señor Recelo, el dueño, se enderechaba, y miraba a Penado, de lado y de arriba abajo. Discretamente, ocultaba el anuncio de empleo que estaba colgado del balcón, al poner un monte de periódicos encima. Desconfiaba de él, ya que, este, aunque, higienizado y afeitado, cargaba consigo unas características ropas sucias y viejas, y un olor tan apestoso a tabaco que cualquier persona lo identificaría como habitual fumador.
"Dos paquetes de Marlboro" dijo Penado con su cavernosa voz de fumador. El dueño, sin retirar la mirada del mendigo, se movió a través del desorganizado interior, esquivando columnas de revistas y evitando cajas de chuches. Saco los dos paquetes de cigarros del barato estante metálico que en algún momento habria sido verde, pero con el tiempo se oxido, y perdió su color. Recelo coloco los dos paquetes sobre el balcón, puso su mano izquierda encima de estos y extendió la mano derecha esperando el dinero. Mientras Penado buscaba el dinero con la mano, su mirada paro en el anuncio de empleo. El dueño, al fijarse en esto, desplazo su codo un poco para la derecha, haciendo asi mas díficil de verlo. Al inicio de su vida de mendigo, este tipo de interacciones le molestaba mucho, pero con el tiempo, esto empezo a pasar más frecuentemente, y cada vez le molestaba menos. Finalmente, el mendigo, sacó una gran cantidad de monedas de poco valor y las coloco en la mano del dueño, que, sin sacar la mano de los cigarros, las conto y despues de estar seguro que había dinero suficiente para los dos paquetes retiro la mano de estos y le dio las espaldas. Penado cogio los paquetes salio del quiosco.
Al llegar a su esquina, Penado, saco uno de los cigarros, lo enciendo y lo coloco en la boca. Federico Penado, antes de perderlo todo, había trabajado en una pequeña empresa. Sin embargo, unos errores inocentes lo habían llevado a la cárcel, la cárcel lo llevo al desempleo, el desempleo a la mendicidad, y la mendicidad al rechazo social.
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