La tienda en la que suelo comprar tiene mucho tiempo. Los toldos, descoloridos, decían antes de volverse blancos como la misma nieve ''Cervejería Miguel'', aunque ya hace mucho tiempo desde que cambio de manos. Las verdura, antes siempre frescas y agradables poco a poco fueron sustituidas por verduras pochas y podridas. Antes en el bar siempre lleno de gente de tertulia y risas han sido reemplazadas por el más absoluto de los silencios, con dos o más viejos tomándose un café que ya no tienen nada más que hacer. La tele, antes un motivo por el que la gente se reunía cada vez que había fútbol, solo queda la tele con el mismo canal todo el día encendido. Del señor agradable, siempre ayudando a sus cliente escogiendo las frutas y verdura más frescas, paso a un señor medio presente que solo aparece para cobrar. El nuevo dueño un señor en sus cuarenta que se pasa las mañanas y tardes metidos en el bar. Siempre con una falsa sonrisa deseando que acabé el día para meterse en su casa. Vive detrás de la tienda en algo a lo que se le asemeja una gran caja de metal, donde transportan el pescado. En la entrada solo se ven las bebidas que deja allí para vender cuando se le acaben en su tienda. Cada mañana cuando empieza a abrir y a montar la tienda, entra a su casa para coger las verduras que quedaron del día anterior para intentar venderlas hoy. Él vive con su mujer e hija siempre correteando por el bar con la dulzura que solo un niño puede desprender, y su mujer siempre saludando a todo el mundo, siendo muy amable. La niña, que siempre está correteando, no le es extraño que su padre le regañe por molestar sus últimos clientes que le quedan. Al lado una casa en la que antaño tuvo que ser una casa hermosa con patio y jardín solo resta su fachada y sus plantas que van tomando su lugar alrededor de esta. Que te ha pasado a ti, tiendita de mi barrio.
Martín, estando un poco taciturno y ansioso, se encuentra sujeto a sus propios pensamientos, en respecto a Roma, sabiendo de antemano que sería un viaje que no se olvidaría jamás, junto con todos los compañeros que compartió los libros, apuntes, hojas, amistades y alegrias durante toda su vida. Como era muy pronto, no se producía ningún tipo de ruido en su casa, dando la impresión al protagonista de ser la única presencia humana en ella. Una vez en el aeropuerto, Martín se detiene para observar , visualizando con sus ojos, la diversidad de culturas y conocimientos que los extranjeros de todos los rincones del mundo que pasaban delante suyo atesoraban. Por el otro lado, seguía sin tener la capacidad de asimilar que tras los muchos meses hablando sobre Roma, ya estaban todos listos con el equipaje y preparados para el viaje. El primer día se puede describir como una jornada energética, comenzando con el grupo por salir a toda prisa del hotel sin haber entrado siquiera en los cuartos
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