Por la mañana veo el desnudo amanecer
que entra por la rejilla de mi ventana,
sin ganas, me levanto viéndolo crecer,
como todas las mañanas.
El agua de la costa muestra su esplendor
sentado, un jóven pensador
que escribe con dolor
un poema de amor.
Y en su mirada
no solo hay angustia,
la tranquilidad está revelada,
actuando de anestesia.
En aquel instante conmovedor
quise ir a consolar a aquel escritor
que se perdía en la ilusión
de lo que era el amor.
Hecho por Carmen Pérez y Daniela Ramírez.
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