Aquella mañana despertamos en el viejo hotel sin saber lo que nos esperaba. Nos adentramos en las sucias y pequeñas calles de Roma, camino al pasado.
Visitar las catacumbas fue como una inmersión en la historia de la humanidad y una reflexión sobre la fugacidad de la vida.
Descender por esas sucias escaleras que conducen a las profundidades de la tierra, es como adentrarse en un mundo paralelo, donde la muerte y la vida desaparecen, ese holor a muerto nos impacto.
Esas paredes de piedra, cubiertas de inscripciones y dibujos, son testimonio de una época pasada, de una civilización que ya no existe. Los restos de los difuntos, y los numeroros huecos en la pared nos dejaban un tanto asombrados.
La oscuridad, el frio y el silencio de las catacumbas, solo interrumpidos por el eco de mis pasos, me llevaron a una introspección profunda, a un cuestionamiento de mi propia existencia y de mi lugar en el mundo.
Carlota Cabrera
Buen relato realista, Carlota. Impresionante la imagen de las catacumbas. Habría, sin embargo, que revisar una y algunas tildes.
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