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4C. Márquez, Marta. Viaje a Roma

    Viaje a Roma

    El avión partía de Lisboa, pasaba por varias ciudades de España y por el Mar Mediterraneo, hasta llegar a Roma. Impulsada por la inquietud del viaje, quería tomar asiento antes de las demás personas, que tenían la misma intención. Cogió su maleta y se puso en una cola que se movía lentamente. Miraba hacia los lados y veía que los compartimentos, que estaban arriba de los asientos, destinados a poner las maletas, estaban llenos. Ya no había sitio para su maleta y, por eso, la tuvo que dejar en la bodega del avión. Finalmente, se sentó al lado de dos desconocidos. Nunca más los volvió a ver.

Pasadas las dos horas y media del viaje, finalmente pudo salir de aquel espacio lleno de personas, algunas incógnitas y otras conocidas. Bajó de las escaleras que se encontraban en la parte trasera del avión y empezó a hacer su camino hacia el aeropuerto. Cuando entró, se quedó esperando su maleta. La maleta llegó pasados 30 minutos, que parecieron 2 horas. Asegurada la maleta, se marchó del aeropuerto. 

Vió a una señora acercarse a los profesores que los acompañaban, a ella y a las otras personas conocidas, como quien dice, compañeros. Naturalmente, no la conocían, pero, al cabo de unos segundos, se dieron cuenta de que la señora era la persona que los iba a llevar al hotel. La señora los condujo hacia una parada de autobúses y les indicó a cual entrar. 

El autobús que los llevó al hotel tenía unos asientos almohadados reclinables, que les sorprendió por su comodidad. 

Pasados cuarenta minutos, llegaron al Hotel Archimede, que se encontraba a cinco minutos de la estación de Termini. Como llegaron temprano, el hotel todavía no tenía las habitaciones preparadas, por lo que les dejó una sala, al lado derecho de la recepción, para dejarlas. Dejaron las maletas unas encima de las otras, dentro de la diminuta sala, que se encontraba al lado de la recepción. De seguida, salieron del hotel y empezaron su aventura por la ciudad desconocida, que se encuentra en el centro de Italia.

Anduvieron por las calles de la ciudad y, pasados unos minutos, se encontraban al final de una calle y, para pasar a la siguiente, tenían que cruzar la carretera que las separaba. Pulsó el botón del semáforo y esperó a que este cambiara de color, de rojo a verde, para los peatones y de verde a amarillo y a continuación de amarillo a rojo, para los coches. Unos segundos después, los semáforos cambiaron de color y, por su sorpresa, los coches seguían en movimiento, como si la luz roja del semáforo siguiera verde para ellos. Con confianza, puso un pie delante del otro y empezó a caminar encima del paso de cebra, en dirección a la calle que se encontraba delante de ella y logró  llegar a la misma.

Horas más tarde, salió a comer. El camarero le sentó en una sala sin luz natural. Poco después, le anotó su pedido, una pizza margarita y una botella de agua fresca. La comida tardó en llegar, pero cuando llegó, la devoró. Finalmente, se dirigió a la caja para pagar. La comida le costó 12 euros, ocho por la pizza y cuatro por el agua. Al acabar de pagar, no pudo parar de pensar en el precio absurdo de una botella de agua de 0.75 cl; a partir de ese momento, no volvió a comprar botellas de agua en un restaurante, porque se negaba pagar tanto por una botella de agua.

Al finalizar el día, volvió al hotel, aquel hotel que tenía unas supuestas 4 estrellas. Cogió su maleta de la diminuta sala en la que estaba guardada, se dirigió a la recepción y cogió la llave de su habitación. 

Entró en la habitación número 123, ubicada en la primera planta, y sus primeras impresiones no fueron las mejores. La habitación era pequeña y el baño parecía un pasillo. El baño era tan diminuto que cuando se sentaba en el inodoro sus rodillas tocaban la pared; la cabina de ducha era tan pequeña que cuando se duchaba no podía moverse. La cama parecía una piedra, era tan dura que al día siguiente se quedó con un dolor agudo en la espalda. 

Después de ducharse en la minúscula cabina de ducha, se fue a la cama.

~ Marta Márquez 4C


Comentarios

  1. Buen relato realista, Marta. El narrador omnisciente está muy bien empleado. Habría, no obstante, que revisar el uso de algunos pronombres y alguna preposición.

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  2. Que increíble, está super realista!

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  3. Me gusta mucho el lenguaje empleado, Marta.

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