Las dos jóvenes se encontraban sentadas, cada una en una mesa, en un acogedor café ubicado en una tranquila esquina de Trastevere. Sol se sentía maravillada al observar las calles llenas de vida, donde las vibrantes vespas se mezclaban con los acogedores restaurantes, las clásicas pizzas italianas y los refrescantes vasos de Aperol Spritz, adornados con su tentador color naranja.
Para Sol, todo era una obra de arte: la felicidad de la gente que caminaba sin prisa, el hermoso idioma italiano, el aroma de la fresca pasta, los monumentos clásicos mundialmente conocidos... Todo era simplemente precioso.
Sin embargo, Luna tenía una perspectiva diferente. A medida que contemplaba el paisaje, solo podía ver el cambio que había sufrido su ciudad. La gente parecía estresada y agobiada, y se hablaban en diferentes idiomas, todos menos el italiano. Luna notaba que la prisa se había acumulado especialmente entre las personas de su propia ciudad. Además, el aroma de la pasta no era la misma, y los monumentos estaban abarrotados de turistas, lo cual le hacía desear que no fueran tan conocidos.
Una misma ciudad, dos visiones diferentes. La primera, aquella que acaba de conocer por primera vez su capital favorita, y la otra, la que ha vivido toda su vida en esta metrópolis tan folclórica, y ha visto como las calles se llenaban con gente tan distinta.
-Hola…Ciao. ¿Me podrías decir como voy hasta el Coliseo?
Pregunta Sol levantando su voz para que la joven al lado, Luna, le alcanzase escuchar.
-Ciao. Solo seguir en frente.
Responde Luna, con una cara que da a entender que no es la primera vez que se lo preguntan.
Piensa Sol no sabiendo que Luna al mismo tiempo pensaba como estaba tan cansada de aquel sitio al que llamaba casa.
Muy buena historia al estilo realista, Mariana. Muy bien conseguida la creación de ambientes y la presentación de esos personajes, con sus nombres simbólicos, tan al estilo Galdós. Buen uso de estilo directo e indirecto, con ese narrador omnisciente.
ResponderEliminarmuy bueno!
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