En un recóndito pasaje en lo más penetrante de la quimera de un joven trotamundos vivaz se muestra un paisaje cálido y apolíneo, un lugar telúrico prójimo al Eden, conocido por los terrícolas como Roma. Las viejas piedras susurran historias de un glorioso pasado, el constante zumbido de un tráfico caótico y los turistas que se agolpan abarrotados en cada rincón contrastan con los majestuosos restos de un imperio antiguo. La Fontana di Trevi, rodeada de impertinentes buhoneros y devotos aventureros, es un recordatorio de la belleza de la arquitectura barroca. El Coliseo, que una vez fue testigo de gloriosas batallas épicas, ahora atrae a multitudes con el afán de indagar cautelosamente los restos de este portentoso monumento. Las tiendas de diseño llenan las calles de moda y los primorosos platos italianos colman los estómagos de los visitantes. Roma es un lugar lleno de encanto e historia, donde el pasado y el presente se fusionan en una mezcla única de cultura y tradición.
Martín, estando un poco taciturno y ansioso, se encuentra sujeto a sus propios pensamientos, en respecto a Roma, sabiendo de antemano que sería un viaje que no se olvidaría jamás, junto con todos los compañeros que compartió los libros, apuntes, hojas, amistades y alegrias durante toda su vida. Como era muy pronto, no se producía ningún tipo de ruido en su casa, dando la impresión al protagonista de ser la única presencia humana en ella. Una vez en el aeropuerto, Martín se detiene para observar , visualizando con sus ojos, la diversidad de culturas y conocimientos que los extranjeros de todos los rincones del mundo que pasaban delante suyo atesoraban. Por el otro lado, seguía sin tener la capacidad de asimilar que tras los muchos meses hablando sobre Roma, ya estaban todos listos con el equipaje y preparados para el viaje. El primer día se puede describir como una jornada energética, comenzando con el grupo por salir a toda prisa del hotel sin haber entrado siquiera en los cuartos
Comentarios
Publicar un comentario