Aunque la habitación donde me estaba alojando durante mi estancia en Roma no estaba a la altura de las cuatro estrellas que orgullosamente estaban grabadas en la placa cuidadosamente pintada de dorado radiante, me tumbé en la cama de blancas sábanas, como si fuese el mejor de los lujos.
Dejé que el cansancio y la anticuada habitación me fueran recordando la Roma pobre que había visto esos días: basura por el suelo y miseria en las caras de quienes vivían en él. El desequilibrio entre la riqueza de unos y otros era enormemente decepcionante, pero muy fácil de ver; solo había que querer hacerlo. Esto era el ejemplo perfecto de lo que Sonrisa me había contado con su característico entusiasmo, a los cinco minutos de haberla conocido: bastaba leer entre líneas. Al hacerlo, era fácil descubrir la verdad que ocultaba la emblemática ciudad que tan deslumbrados dejaban a los que la visitaban.
Me encanta! Tus relatos nunca decepcionan Alba :)
ResponderEliminares verdad
EliminarMe encantan tus textos!!
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