Afonso estaba disfrutando de la compañía de sus amigos cuando de repente, las catacumbas de Roma se abrieron ante él. Este laberinto sagrado, se caracteriza por los silencios que lo envuelven. La oscuridad llena el aire, y cada paso despierta los sonidos de antiguas almas fallecidas. Entre tumbas y túneles, las almas sagradas descansan en paz, testigos de un pasado imborrable.
El olor a historia se siente en cada rincón. Es verdaderamente un museo increible, mientras la humedad se cuela a las paredes de piedra. En este mundo misterioso, las sombras se mezclan con los muertos olvidados. Las frias catacumbas, refugio de los humanos, son como un testimonio duradero de una ciudad que se niega a olvidar su legado.
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