Acababa de despertarme en mi fresca y suave cama localizada en la pequeña habitación que compartía con mis queridas compañeras.
Era el último día de esta esta semana que había ansiado demasiado tiempo por vivirla.
Y realmente no era otro día normal más en mi rutina, estaba en la famosísima Ciudad Eterna.
Salí del hotel y paseé por última vez por las eternas calles inauditas, los eternos monumentos inverosímiles y los eternos museos inconcebibles de la ciudad de Roma.
Posteriormente, me direccioné a un pequeño y acogedor restaurante localizado en un gracioso rincón del barrio de Trastevere. Allí degusté el mejor plato de pasta a la carbonara que habría tomado en mi vida, juntamente con una vistosa copa de aperol spritz, lo que parecía ser la bebida oficial de la ciudad.
Al finalizar el delicioso manjar era hora de despedirse de la encantadora y eterna ciudad de Roma, la cual echaré siempre de menos con mucho cariño por todos los maravillosos momentos allí pasados.
Buen relato, pero nos hemos olvidado de imitar 'realismo: crítica de la realidad con narrador omnisciente, descripción de personajes y ambientes...
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