En lo más alto de una colina escarpada, se alza un castillo
de piedra grisácea centenaria, perteneciente a un noble obsesionado con la
alquimia, cuyas torres se elevan hacia el cielo en un intento por tocar las
nubes, aunque ahora muestran los estragos del abandono. Las almenas,
desgastadas por el viento y la lluvia, dibujan un perfil irregular contra el
cielo cambiante.
Las murallas de piedra, cubiertas de musgo y en algunos
puntos derrumbadas, cargadas con la carga pesada de un legado oscuro y
enigmático, rodean el perímetro del castillo
Las ventanas, rotas y cubiertas por enredaderas, dejaban
pasar la luz del sol que se filtra entre los salones. Los corredores
laberínticos conducían a salas abandonadas, con muebles cubiertos por telarañas
y cuadros de figuras desconocidas cuyas miradas parecen seguir cada paso
intruso.
Cierta noche de luna llena, un grupo de exploradores
intrépidos se adentraron en el castillo envuelto en el misterio. Sus linternas
iluminan los pasillos cubiertos de polvo, revelando muebles olvidados y tapices
desgastados por el tiempo.
Cada paso resuena en la quietud del lugar, un eco que parece
despertar los susurros del pasado entre los muros de piedra. Los exploradores
avanzan con cautela, susurros de intriga y emoción entrelazados en sus
conversaciones mientras descubren salones olvidados y pasadizos secretos.
Las sombras parecen cobrar vida, danzando en las paredes
como espectros que buscan contar historias perdidas. Las antiguas escaleras
crujen bajo el peso de sus pasos, llevándolos a niveles superiores donde las
torres ofrecen vistas de un paisaje cubierto por la bruma de la noche.
A medida que avanzaban por los laberínticos corredores, el
murmullo del viento que se cuela por las grietas parece llevar consigo ecos del
pasado, susurros de historias que aún permanecen grabadas en las paredes del
castillo.
En el corazón del castillo yace un salón olvidado, en ruinas
y cubierto por una capa de polvo.
En un rincón oculto del salón se encontraba el laboratorio
alquímico, un espacio enigmático envuelto en una atmósfera de misterio y
conocimientos arcanos. Las paredes agrietadas estaban cubiertas por
inscripciones incomprensibles y símbolos antiguos.
Al adentrarse en el salón, el grupo experimentó un cambio en
la atmósfera. Las linternas parpadeaban, la temperatura descendía repentinamente
y escalofríos recorrían sus espaldas.
Algunos miembros del grupo afirmaban sentir presencias
inexplicables, un roce gélido en sus hombros o la sensación de ser observados
por ojos invisibles. Otros reportaban voces susurrantes en sus oídos.
La tensión aumentaba, y en un acto inesperado, el grupo
decidió abandonar rápidamente el salón, sintiendo que habían perturbado algo
que prefería permanecer oculto en las sombras del castillo abandonado.
Comentarios
Publicar un comentario