Los preparativos para el antiguo ritual comenzaron. Los aldeanos se unieron en un esfuerzo conjunto, trayendo consigo sus posesiones más preciadas, no con el propósito de ofrendarlas al río, sino más bien como símbolo de su compromiso y respeto hacia la naturaleza.
Lady García dirigió la preparación del evento, reuniendo hierbas aromáticas, pétalos de flores y símbolos ancestrales que representaban la conexión del pueblo con el río. En lugar de enfocarse en un ritual específico, decidieron honrar la vida y la vitalidad del agua con cantos de gratitud y promesas de cuidado y protección hacia el entorno.
En la noche señalada, bajo un cielo estrellado que parecía teñirse de magia, la comunidad se reunió cerca del lecho seco del río. No realizarían un acto para "convocar" o "dominar" la naturaleza, sino más bien para mostrar su aprecio y su deseo de reconciliación con el río.
Cada uno de los que estaban ahí pronunciarion palabras de perdón y gratitud, recordando historias de tiempos pasados, épocas en las que el río fluía con fuerza y nutría la tierra y la vida de todos. No hubo ofrendas materiales, solo la promesa de cuidar el entorno y buscar formas de restaurar el equilibrio perdido.
A medida que el último canto se desvanecía en el aire nocturno, algo extraordinario comenzó a suceder. Poco a poco, como si respondiera a la conexión emocional creada por el pueblo, un leve ruido se escuchó a lo lejos. Era el sonido del agua que regresaba, fluyendo lentamente al principio, pero ganando fuerza con cada segundo que pasaba.
Los rostros de los aldeanos se iluminaron con asombro y alegría mientras observaban cómo el río volvía a la vida, una corriente transparente que recorría una vez más por su cauce, devolviendo la vitalidad al paisaje y renovando la esperanza en sus corazones pero esta vez el río se desvió y llegó hasta el pueblo. Fue como si de repente el río estubiese agradeciendo y confiando en los aldeanos en que ellos se ocuparían de mantener el río a salvo y bien cuidado y como recompensa la naturaleza desvió el río hasta el pueblo para que así los aldeanos no tengan que madrugar y preocuparse por andar 6 kilómetros todas las mañanas para ir a buscar agua.
No fue un ritual mágico lo que trajo de vuelta al río, sino el poder del pueblo unida en su amor y respeto por la naturaleza. A partir de ese momento, todos entendieron la importancia de cuidar y preservar el equilibrio natural, y así prometieron seguir haciéndolo para las generaciones venideras.
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