En un pueblo pequeño en León, vívia un niño rubio como el sol, sus hojos eran el mar y su piel como la nieve. El niño estaba enamorado hasta las trancas de un chica de su colegio.
Cada día, el sol se levantaba en el cielo destacando los tonos dorados sobre sus cabellos mientras sus ojos expresaban lo que sentia. La chica, con su mirada llena de curiosidad, era la musa que inspiraba al chico enamorado. En cada encuentro casual en los pasillos del colegio, sentía la aceleración del corazón, como si el corazón iba a saltar por las escaleras del colegio.
En primavera, las flores bailaban con el viento, copiando la danza nerviosa de su corazón cada vez que veía a su musa.
En verano, el calor del sol parecía cuando tenía la calidez que sentía cada vez que la tenía cerca. Otoño tajo consigo hojas doradas que crujían cada vez que las pisaba, un recordatorio de la fragilidad del tiempo que iba pasando. Sin embargo, su amor continuaba, resistente como un noble en la guerra.
En el invierno,cuando la nieve cubría las tejados de las casas, el niño rubio encontró el coraje para expresar sus sentimientos. Bajo la luz plateada de la luna helada, confesó su amor puro a la chica que había iluminado su mundo. Ese momento, como una escena de película, se besaron.
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