En la noche oscura la soledad parece más grande, hay quién diga que lo es. Cuándo miró a la luna apareces, me sonries, me cuentas lo que esta pasando con las personas que observas diariamente y aunque no me puedas tocar yo te siento, como si me estuvieras sujetando la mano en ese momento. Nos sentamos y me cuentas como está tu madre y como intentas hablar con ella, pones tu cabeza en mi regazo y yo te toco el pelo como antes. Hay personas que no tienen la suerte que tenemos nosotros, hay gente para quién las noches oscuras son solitarias.
Martín, estando un poco taciturno y ansioso, se encuentra sujeto a sus propios pensamientos, en respecto a Roma, sabiendo de antemano que sería un viaje que no se olvidaría jamás, junto con todos los compañeros que compartió los libros, apuntes, hojas, amistades y alegrias durante toda su vida. Como era muy pronto, no se producía ningún tipo de ruido en su casa, dando la impresión al protagonista de ser la única presencia humana en ella. Una vez en el aeropuerto, Martín se detiene para observar , visualizando con sus ojos, la diversidad de culturas y conocimientos que los extranjeros de todos los rincones del mundo que pasaban delante suyo atesoraban. Por el otro lado, seguía sin tener la capacidad de asimilar que tras los muchos meses hablando sobre Roma, ya estaban todos listos con el equipaje y preparados para el viaje. El primer día se puede describir como una jornada energética, comenzando con el grupo por salir a toda prisa del hotel sin haber entrado siquiera en los cuartos
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